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Hambre emocional: ¿influyen las emociones en nuestra alimentación?

Miércoles 11 de Diciembre de 2019

¿Por qué nos sentimos atraídos por ciertos alimentos? ¿Y por qué otros no nos atraen? ¿Influyen los estados de ánimo en lo que queremos comer? Estas preguntas son el puntapié de muchas investigaciones que pretenden abordar la anatomía cerebral y la funcionalidad del cerebro humano en relación con la comida, que se interrogan por la conducta alimentaria de las personas o enfermedades como la obesidad.

Preguntarse por el uso que le damos a los alimentos (recreativo, antidepresivo, para controlar la ansiedad, etcétera) resulta clave para pensar nuestra relación con la comida. Esto, a su vez, es también una herramienta para los profesionales que abordan la alimentación en el trabajo con sus pacientes.

Sobre este tema, la Dra. Fabiana Stolman –miembro de nuestro Programa de Cirugía Bariátrica, Especialista en Medicina Interna y en Nutrición-, comparte algunas reflexiones sobre la relación entre comida y emoción y el tan mencionado “hambre emocional”.

¿Cuál es la relación entre los alimentos y las emociones?

Inicialmente es importante tener en cuenta que el mismo acto de comer (sobre todo de determinados alimentos) activa ciertas áreas del cerebro vinculadas con el placer o la aversión, por lo que no solo preferimos algunos alimentos sino que también podemos rechazar otros. Esto es el efecto que el alimento tiene en nosotros, en nuestro estado de ánimo, en nuestra situación de placer y tiene que ver principalmente con la liberación de algunos neurotransmisores.

Ahora bien, también sucede que ciertas emociones nos provocan o despiertan la búsqueda de alimentos. Cuando esto pasa no buscamos cualquier cosa sino que generalmente vamos hacia alimentos con los que ya tenemos algún tipo de aprendizaje de experiencias previas. Esta búsqueda se encuentra vinculada a lo afectivo, a una situación particular en la que comí lo que ahora deseo o simplemente puede deberse a que los alimentos compuestos por grasas e hidratos de carbono activan el área del cerebro llamado “centro de recompensa”. 

El hambre y las emociones

Si bien existen distintos tipos de hambre, cuando nos referimos al inicio de búsqueda de alimento podemos hablar de dos tipos:

  • Hambre fisiológico: cuando la búsqueda apunta a cubrir necesidades energéticas del organismo.
  • Hambre emocional: el inicio de búsqueda de alimento está originado puramente a partir de un estado emocional.

Prácticamente todas las emociones que tenemos pueden desencadenar el hambre emocional (excepto la angustia) y podemos notar cómo festejamos y nos consolamos con el mismo tipo de alimentos. Todo tiene que ver con nuestro aprendizaje. Aprendimos a festejar comiendo rico, a premiar y a castigar con la comida.

Ante el hambre emocional debemos identificar si esas ganas de comer determinado alimento son respuesta a una cuestión emocional. Y con esto lo que debemos comprender es que podemos tener ganas de comer algo “rico” y que esto no sea por hambre emocional. Si a esto podemos identificarlo está bien y no hay por qué no comer, porque cuando responde a esa necesidad puntual lo vamos a hacer en porciones pequeñas y lo disfrutamos. Pero ante la ansiedad, el aburrimiento u otras emociones es importante poder identificarlo y saber que la búsqueda de determinado alimento es en realidad una manera de querer controlar esa emoción.

¿Qué alimentos preferimos para calmar nuestras emociones?

Principalmente buscamos la combinación de hidrato de carbono y grasa. También está el estímulo de los alimentos que son muy salados o muy dulces, como los caramelos o las gomitas que no tienen grasa pero por sus características sí pueden convertirse en alimentos que usamos en situaciones de hambre emocional.

Comer dejándonos llevar por las emociones, ¿cómo puede alterar nuestra salud?

La principal consecuencia de comer por emociones a nivel físico es el sobrepeso, porque es muy fácil sobrepasar la ingesta diaria calórica y generar un balance calórico positivo con posterior aumento de peso.

Pero también es importante tener en cuenta la salud mental, ya que no oír las emociones ni atenderlas tiene también sus consecuencias. Cuando tapamos las emociones con comida hacemos de cuenta que nada pasa y tal vez no estamos manejando bien el estrés del trabajo, la autoexigencia, o un montón de otras cuestiones a las cuales sí debemos prestarles atención. 

Todos podemos responder al hambre emocional alguna vez, pero cuando es algo sistemático siempre merece la atención. Principalmente cuando una persona ya considera que sabe diferenciar entre un alimento saludable de uno no saludable. 

Yo puedo diferenciar entre un bife con ensalada y unas papas fritas con huevo revuelto y panceta. Cuando yo puedo diferenciar eso y sé que un alimento es para algunas veces y el otro debería ser la base de mi alimentación diaria, pero sistemáticamente caigo en las opciones menos saludables, tengo que ver por qué lo estoy haciendo y qué me lleva a eso.

Desatender emociones y comer para calmarlas, tiene un impacto negativo en nuestra salud. No es el problema el alimento, porque ese mismo consumido en la misma cantidad y en otro momento puede no tener ningún impacto negativo en la salud.

¿Cómo debe ser nuestra experiencia al momento de comer?

Comer genera placer y eso está bien. Por lo tanto, la experiencia al momento de comer debe ser placentera, pero esto no equivale a que la comida sea nuestro único objeto de placer. Es por esto que debemos entender que la función de la alimentación tiene que ver con cubrir requerimientos fisiológicos y esto no necesariamente implica comer alimentos que nos desagraden, pero sí optar por una alimentación saludable.

Ante esto, nuestra recomendación es disfrutar de los platos simples.

Recomendaciones para enfrentar el hambre emocional

  1. En primer lugar identificar emociones para entender qué le está pasando a mi cuerpo o qué me está pidiendo mi cerebro, por qué estoy buscando comida. ¿Es un hambre real o emocional?
  2. Si identifico que es un hambre emocional tengo que entender que voy a tener que trabajar en mis emociones. Puede ser que lo que necesite sean actividades de descarga y debo entonces potenciar hobbies, actividades extra, realizar actividad física o tener fuentes de relajación que me permitan controlar los niveles de ansiedad, preocupación, excitación. 
  3. Evaluar la necesidad de tratarlo mediante una terapia psicológica.

Otros tips a tener en cuenta (pero que no son infalibles), pueden ser:

  • Generar una pausa entre que percibo el hambre emocional y lo llevo a la acción. Si podemos retrasar ese momento en que sentimos el impulso de ir a comer y que efectivamente lo llevamos a cabo, tenemos más posibilidades de poder manejarlo. Entonces, ¿cómo genero ese tiempo? 
    • Tomar un vaso de agua (que también libera sustancias que nos generan placer y nos relaja). 
    • Lavarse los dientes. 
    • Hacer alguna actividad que nos distraiga.

Tratar de generar esta pausa nos permite reevaluar luego si comeremos o no. A veces es preferible optar por una porción pequeña de lo que se quería comer, que ir hacia la opción saludable y posteriormente ir a lo que originalmente quería buscar. 

Cabe destacar también que si llevamos una alimentación ordenada y limitamos los períodos de hambre fisiológico nos será más fácil controlar el hambre emocional y lo que nos está pasando emocionalmente.

No debemos olvidar que no hay alimentos prohibidos, sino que hay formas de comer que son perjudiciales para la salud.

Fuente
Dra. Fabiana Stolman. Médica especialista en Medicina Interna y en Nutrición.
Programa de Cirugía Bariátrica - Hospital Privado Universitario de Córdoba